La correcta gestión de los biorresiduos es fundamental para reducir la emisión de gases de efecto invernadero y promover la economía circular. Los biorresiduos, que incluyen desde restos de cocina hasta residuos agropecuarios, pueden transformarse en compost o biogás, contribuyendo a la sostenibilidad y evitando la contaminación de suelos y aguas. La normativa actual exige una recogida separada de estos residuos, lo que facilita su tratamiento y valorización a través de procesos como el compostaje y la digestión anaeróbica.
Las certificaciones medioambientales actúan como una guía en la transición hacia prácticas sostenibles en la industria del embalaje. Son reconocimientos que confirman el compromiso de las empresas con la sostenibilidad y aseguran que los productos cumplen con criterios ambientales establecidos. Al ofrecer diferenciación en el mercado y aumentar la credibilidad, estas certificaciones se han convertido en una ventaja competitiva clave para las empresas del sector del embalaje.
La despolimerización consiste en romper los enlaces químicos que unen las largas cadenas de moléculas que conforman los polímeros, obteniendo así los monómeros originales. Estos monómeros pueden ser reutilizados para fabricar nuevos plásticos.
El compostaje industrial es uno de los puntos a través de los que se logra el cumplimiento de los objetivos de reciclaje de materia orgánica a nivel europeo. El principal beneficio general del compostaje industrial es la disminución de la cantidad de residuos orgánicos enviados a vertederos, reduciendo la emisión de metano, un gas de efecto invernadero.
La fitorremediación es una técnica que utiliza plantas y microorganismos para restaurar suelos contaminados. Este método aprovecha los procesos naturales de las plantas y los microorganismos asociados a sus raíces para descomponer o inmovilizar contaminantes. Aunque uno de los usos más habituales de la fitorremediación es eliminar contaminantes del medioambiente, también se puede utilizar la capacidad de las plantas para limpiar suelos con su función natural de colonizar y estabilizar terrenos, convirtiendo a la fitorremediación en una estrategia idónea para la revegetación de áreas degradadas.
La criticidad de estos minerales radica en la combinación de factores como su escasez geológica, la concentración geográfica de su producción, la complejidad de su extracción y procesamiento, y su incesante demanda. Esta combinación de factores genera una vulnerabilidad en la cadena de suministro, lo que podría tener consecuencias significativas para la economía global y el desarrollo sostenible. Entre los minerales considerados críticos, encontramos algunos como el litio, el cobalto, las tierras raras, el grafito, el indio, zinc o el platino. Estos minerales son componentes esenciales en la fabricación de una amplia gama de productos tecnológicos, como baterías para vehículos eléctricos, teléfonos inteligentes, paneles solares, turbinas eólicas o equipos médicos.
En entornos médicos y laboratorios se generan residuos biológicos de diversas procedencias, ya que se manejan gran cantidad de productos y se llevan a cabo operaciones que conllevan la generación de unos residuos que, a menudo, son peligrosos para la salud y/o el medio ambiente.
La técnica de la biorremediación consiste en aprovechar la capacidad natural de determinados microorganismos para descomponer las sustancias contaminantes que contienen los residuos, convirtiéndolas en compuestos menos tóxicos o eliminándolas.
los biomarcadores son moléculas o estructuras biológicas que indican procesos biológicos o químicos específicos, que se añaden a los materiales durante su producción. Estos marcadores moleculares permiten identificar y clasificar los diferentes tipos de materiales, incluso cuando su apariencia física es similar.